“Solo” es el nuevo “social”?
¿Comer solos se ha vuelto una forma de conexión con otros? o ¿ es un síntoma de la falta de conexiones personales?
Hace ya más de un año, terminé el componente teórico de mi maestría en el Basque Culinary Center. Y la última semana, el director de la maestría, Rafael Tonon, nos regaló a todos su libro Las revoluciones de la comida. Este libro me acompañó en mis travesías por el norte de España en bus, y dentro de las muchas cosas relevantes/interesantes/increíbles que aprendí leyendo, hubo un concepto que Rafa toma de Diego Ruzzarin y que sigue suscitándome reflexiones hoy en día: “Solo is the new social”. En el capítulo se expande frente a la idea de que hay un gran sector de la población que come solo, y que en ese espacio busca conectarse con otros, conocidos o no, a través de las redes sociales y el internet.
En el caso de Colombia, para el 2020, 2.6 millones de personas vivían solas. Para el 2025 se estima que son 3.4 millones las personas que viven bajo un techo solas. A esto hay que sumarle que, según el DANE (Departamento Nacional de Estadística), el 79.7 % de estas personas no tienen pareja de algún tipo. Esto implica que, por el motivo que sea, al menos 3.4 millones de personas comen una o más veces al día solas. A estas estadísticas hay que agregarle otro tipo de variables como las personas en condición de calle, las personas que trabajan en zonas del país alejadas de sus familias, y personas de la tercera edad que, por haber enviudado o estar en un hogar geriátrico, no tienen contacto regular con sus familiares.
No existe una respuesta única a la causa de este fenómeno. No obstante, el DANE indica ciertos motivos por los cuales se pueden dar estos casos. El primero y más preocupante es el de la falta de redes de apoyo o personas de confianza. Para el 2020, el 34.7 % de las personas mayores de 18 años decían no tener una. Así mismo, el 83.4 % de las personas mayores de edad no tienen ninguna participación en grupos o actividades ajenas al trabajo o el estudio, ya sea ir a la iglesia, formar parte de algún equipo deportivo o tomar cursos. Esta soledad también puede ser vista como una consecuencia de la ideología individualista que ha ganado cabida con el auge de los “coach de autoayuda” de internet, y la radicalización de los discursos que culpabilizan a las víctimas por ser oprimidas por un modelo de producción que no tiene interés por otra cosa que no sea la creación de dinero.
En este contexto cabe replantearse cuál es el rol de la alimentación como aparato de cohesión social (o no). En El idiota gastronómico, el sociólogo vasco Iñaki Martínez de Albéniz hace una reconstrucción histórica de los roles de la cocina como espacio social, planteando la forma de comer actual como una desmaterialización de la cocina: donde no se habla (y socializa) cuando se come, sino que se habla de comida; donde importa más el saber que el sabor; donde la comida, aunque protagónica del análisis, se vuelve secundaria para la forma de vida cotidiana. En este sentido, lo que antes era la oportunidad de compartir en familia o con amigos, es ahora un espacio solitario donde la conexión está mediada necesariamente por el internet, donde estar solo puede ser estar conectado con las personas que quieres. Si no fuese por tener un celular e internet, no podría haber estado en contacto con mis familiares y amigos viviendo en el País Vasco. No es casual que muchas veces las videollamadas con ellos o mi pareja eran durante mis tiempos de comida.
No creo que haya mucha duda de la constante (y cada vez más creciente) soledad de la sociedad globalizada en la que estamos viviendo. Aunque cada vez tengamos más facilidades para contactar con personas del otro lado del mundo, tenemos menos habilidades sociales y conocemos menos a nuestros vecinos y familiares. La cocina debería poder ser un espacio para cambiar eso; tal vez no todos los días, pero sí ser un espacio donde las personas, cercanas o no, familiares o no, puedan aproximarse y conocerse un poco.