Comer una empanada no es lo mismo sin que ésta esté caliente al punto de botar vapor y tener que “soplar” hacia dentro con la comida quemandole a uno la lengua. Tampoco es lo mismo si no viene acompañada por un poderoso ají o su opcional pero siempre agradecida mayonesa de ajo y cilantro. La empanada no se disfruta igual si la masa es de harina, tiene que ser de maíz, crocante, amarilla, ojalá aun chispeante, con sus clasicos puntitos blancos que delatan que fue hecha con maíz molido y no con masa de supermercado, y una forma de medialuna que la relaciona con sus parientes latinoamericanas.
Cada bocado de la empanada es distinto, la anatomía de su mordida es única en cada oportunidad, la primera punta, es un lanzamiento de dados, azar puro, pues hasta el momento antes de la mordida no se puede saber la calidad de la empanada que ya fue comprada. Una primera mordida de par de 6 es una mordida de pura masa, más crocante que el reste de la empanada por sus vertices de maíz, y la ausencia de relleno. Esta primera mordida tambien sirve para conocer el tipo de relleno de la empanada, pues según donde se compre, la empanada de carne puede tener carne desmechada o molida, o ser de pechuga desmechada; combinada, con papa criolla, pastusa, o arroz; y saborizada o con el clasico hogao o solo especias.
Una vez identificada la combinación del relleno llega la mordida intermedia, la mordida donde la medialuna aun puede ser modida completa por lo que la proporcion de relleno y crocancia es pareja. Apartir de ésta mordia es practicamente pecado capital no apoyarse de una de las dos (o las dos) salsas predilectas de todo puesto de venta de empanadas, el ají y la mayonesa de cilantro. Estas salsas, consumidas producto de décadas del mejor condicionamiento pavloviano, por el cual ningun capitalino concibe las empanadas sin ellas, aportan una de dos: frescura, adicez y picante, perfecto para cortar con la grasa de la corteza, y facilitar el pedir una segunda a la voz de “deme otra veci”; o profundidad y cremosidad, que elevan el nivel de satisfacción de cada mordida haciendo casi efimera su experiencia de consumo.
La siguiente sección de la empanada y el punto desde el cual la experiencia de comerla se repetirá pero en orden inverso, es la barriga. La sección más ancha de la medialuna, la que según el grosor de la empanada no se puede morder del todo, y requiere de dos mordidas. Es en la barriga de la empanada donde, por su mayor superficie, más se pueden desquitar los 3500 pesos que costó, rellenando cada mordida de las salsas y ajíes disponibles en el carrito callejero, y tambien es la zona donde hay mayor probabilidad que al morder un lado, del otro salga un poco de relleno, que de forma suicida caiga contra el andén llevandose consigo una capa de salsa, y con ello un poco de la felicidad añorante de morder esa otra mitad de la media luna anaranjada.
Según donde se compren pueden variar en tamaño, relleno, o precio, pero lo que no cambia es la satisfacción que trae al transeunte capitalino encontrar un buen lugar, que ojalá quede o de camino al trabajo, o muy cerca de él para poder comer una en el descanso o luego de un día agitado. La empanda, aunque no es el simbolo maximo de colombianidad, pues tiene parientes desde mexico hasta argentina, si es el simbolo maximo del “snack” de calle Bogotano, sintetizando todo lo que significa vivir en Bogota, una ciudad que nunca para, y que en su infinito caos, encuentra espacios para disfrutar de momentos de satisfacción y tranquilidad.
Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?